viernes, 15 de mayo de 2015

Entre dos mundos.




Su mundo se volvió de oscuridad en esas horas previas a acercarse a ese cielo azul 
que siempre la emocionaba al despertarse cada mañana. 
Con esa alegría que la caracterizaba y 
 risueña amanecía fastidiando a sus congéneres.
Cerró los ojos para no llorar, nadie diría que no luchó encarnizadamente contra su 
destino y bebió de su propio miedo junto al pánico de ver su sangre empaparla.

La tarde se desvaneció como todos esos sueños que latían como su corazón
al verle salir de clase con esa sonrisa y ese jersey que le quedaba tan mal
en ese cuerpo delgado y desgarbado, pero que a ella le emocionaba contemplar.
Las preguntas de él mientras la miraba fijamente 
o cuando la rozaba con el dorso de la mano, 
como si nada pasara, cuando a los dos se les electrizaban hasta
 las pestañas con ese simple y estúpido contacto.

Y ahora sentía la piel lacerarse. 
 El dolor  todavía no había cobrado la forma del monstruo 
que estaba a punto de asaltarla,
porque no quería racionalizar algo que no podía entender.
Algo que ocurría en mundos de pesadilla
que no pertenecían al suyo.

El manto de la nada se acercaba a pasos gigantescos,
 cubría su vida y sus recuerdos 
que se apagaban poco a poco o quizás demasiado rápido,
 para empezar a cubrir un futuro
que dejó de existir en esa esquina de vuelta a casa.

Lo conocido se tornó del color del horror 
y lo desconocido se materializó
en secuencias atroces, mientras
su vida se marchaba
sin saber bien
a qué mundo perteneció en realidad.

Al de la luz o al de la oscuridad.